VIA SACRA

Fue instituida en 1776, aunque hay constancia que desde mediados de ese siglo existía una tradición por este culto. Por la investigación realizada por D. José Ruiz Montero, sabemos que en 1750 el padre Fray Mateo de Ávila bendijo las estaciones de la nueva Vía Sacra, sin embargo, no sería hasta 1776 cuando se institucionaliza de forma definitiva con la construcción de la decimocuarta estación y una ermita para albergar la imagen del Cristo Yacente. Así, en este año, un grupo de vecinos devotos, encabezados por D. Gabriel Alejandro Sanz, junto a dos curas del pueblo, D. Juan Domingo López y D. Pedro González, solicitan un terreno al Ayuntamiento en el lugar conocido como Cabecito de los Paños para construir la estación correspondiente al Calvario. Ya se había solicitado licencia religiosa que fue concedida el 24 de febrero de 1776, lo que indica que, probablemente, el grupo que estaba promoviendo dicha obra había iniciado las gestiones el año anterior. En este año se celebró la primera Vía Sacra. El éxito de aquel primer paso fue total y estimuló en gran manera la donación de limosnas; a esto se unió la intervención de una mujer del pueblo, María Hidalgo, que se ofreció a donar la imagen del Cristo Yacente para colocarla en la futura ermita.

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En el año 1777 la obra estaba ya terminada y el 13 de agosto se colocó en su interior el Cristo sepultado que había prometido Dª María Hidalgo.

Es una de las tradiciones que mejor se conservan en nuestro pueblo, siendo una auténtica muestra antropológica de nuestro pasado, ya que mantiene las mismas características de cuando se creó.

Consiste en una manifestación religiosa a la que solo asisten los hombres que marchan precedidos por una cruz y dos faroles recordando el camino que Jesús recorrió hasta el Calvario. En ella se hacen paradas en las estaciones que reproducen diferentes momentos de la Pasión y Muerte de Cristo. Una persona que encabeza la comitiva lee el motivo de cada estación y entona un estribillo para que la gran masa de hombres entone monótonamente con voz grave. Alejada de la procesión, una corneta y una esquila, a intervalos regulares, avisa del paso del Vía Crucis. Éste finaliza en la ermita del Santo Sepulcro que guarda la imagen del Cristo Yacente, donde los hombres antes de retirarse llevan a cabo un besa pié a la imagen allí depositada.

A esta manifestación religiosa asisten personas del pueblo que pueden ser hermanos de la Hermandad de Penitencia o no. Como es lógico la no asistencia de mujeres no es, actualmente, una imposición machista, siendo aceptada voluntariamente por ellas desde la perspectiva de respeto a una muestra de nuestras tradiciones que deben seguir conservándose en el presente.

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